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Blog Mercado-Vino / Domingo 9 de Marzo de 2014
Antes que Patria, hubo viñedos en Mendoza
La vitivinicultura despegó finalmente entre 1776 y 1880, consolidándose como base de la economía, no como monocultivo.
Hay consenso entre los historiadores en señalar que la vitivinicultura comenzó a ser considerada como la industria madre que generó el desarrollo de otras actividades económicas a partir de 1880, debido a que se conjugaron distintos factores para su desarrollo.
El impacto de la inmigración, la llegada del tren a nuestra provincia, la protección del Estado a esa industria y la organización institucional del país liderada por la llamada generación del 80, fueron clave para que la industria tomara impulso y dejara de ser una actividad más en la provincia. Los resultados son evidentes: en 1910 la cantidad de hectáreas cultivadas llegaba a las 45.000. Cien años después, el número ronda las 160.000.
Adolfo Cueto, titular de la cátedra de Historia de Mendoza de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (UNC) no duda en afirmar que "desde la fundación de Mendoza y diez años antes aún cuando se funda Cuyo, existen registros vinculados aquí referidos a las prácticas de trabajo de los españoles relacionadas al uso del vino; esto se debe a que el vino en esa época estuvo vinculado con la llegada de los españoles.
El vino no era una bebida; era un alimento y no era el vino que hoy tomamos: era espeso y muy rico en alimentación. Además, con la religión católica el vino se transforma en algo sustancial para la práctica religiosa. El vino para los españoles que llegaron aquí era un alimento del cuerpo y del espíritu".
Explicado el escenario colonial, Cueto agrega que "la vitivinicultura pudo avanzar en Mendoza, entre otras cosas, por los principios religiosos del uso del vino en la liturgia. Recordemos que el proceso de evangelización era fuerte e influyó también en ese sentido". Así, la floreciente industria debió esperar algún tiempo más para desarrollarse debido a que -como sostiene Benito Marianetti en su libro "Mendoza la bien plantada"-, España prohibió que se cultivaran viñas y que se elaboraran vinos en estas tierras, para proteger la producción europea.
Exportando harina
Una vez realizada la Revolución de Mayo, las distintas provincias comenzaban a organizar sus gobiernos y economías. Francisco Martín, en su libro "Estado y Empresas, relaciones inestables", explica que en 1860, en Mendoza el 49,5% de las exportaciones era de harina; la fruti horticultura (especialmente frutas secas) alcanzaba el 24,1%; los cueros de ganado, el jabón y en menor medida el vino, el 0,6%.
En ese año, el 92% de la harina producida en nuestra provincia se exportaba a la pampa húmeda, zona del país destinada a ser productora de cereales. Por su parte, Cueto indica que, en esa época, la economía mendocina se va a apoyar en tres actividades: el cultivo de trigo, la vid y el engorde de ganado desde la fundación de Cuyo y hasta 1880.
Varios fueron los factores que influyeron para que se produjera el despegue de la industria vitivinícola. Los más importantes son: la llegada de inmigrantes, el arribo del tren a nuestra provincia en 1885, la crisis cerealera y los aporte del francés Michel Aimé Pouget a Mendoza en 1854, quien desarrollaría la Quinta Agronómica. "Trajo herramientas, nuevas tecnologías y cepas.
Le cambió la cabeza a la gente pero sufrió con dureza el tratamiento de la clase gobernante, debido a que estos se dedicaban a engordar ganado", señala Cueto. Aparentemente les incomodaba que se desarrollara una actividad que hiciera peligrar su poder económico.
Martín explica un rol clave que jugaron los inmigrantes. En 1884 se promulgó una ley por la que se le pagaba al agente que comandaba la inmigración en Buenos Aires la suma de un peso por cada inmigrante con destino a Mendoza. Así fue como se contrataron 500 inmigrantes especializados en el cultivo de la vid. Otro factor importante fue que entre 1862 y 1889, los viñedos europeos fueron castigados por la filoxera, una plaga que obligó a levantar varias hectáreas de viñas. De esa manera, muchos europeos propietarios de viñedos y de bodegas apostaron su suerte en Mendoza.
El ferrocarril
Este medio de transporte, que llegó a Mendoza en 1885, también jugó un papel destacado. La producción de vino se expandió violentamente con la llegada del tren, pasando: desde 73 mil a 309.600 hectolitros entre 1886 y 1890, a 954.100 en 1895, mientras las hectáreas de trigo descendían.
Para el cultivo de viñas, el ferrocarril significó el arribo de inmigrantes que eran mano de obra especializada. Para la elaboración del vino, también posibilitó la ampliación de los mercados consumidores en el país. "Podemos decir que, para la producción de vinos, el ferrocarril produce un efecto multiplicador en su producción y en su comercialización", indica Martín.
Pablo Lacoste, en su libro "Los Gansos de Mendoza", refuerza la postura de Martín y explica que "la veintena de bodegas instaladas antes de 1880 treparon a 334 en 1884; 433 en 1895; 1.100 en 1907 y 1.200 en 1914". Martín agrega que la distribución del agua y el financiamiento para lograr acumulación también fueron elementos utilizados para potenciar la industria.
Cueto señala que los empresarios locales, al principio consideraban que el ferrocarril les iba a permitir transportar sus granos a menos costo, pero no fue así: "Nos invadieron los granos baratos". Pasado el tiempo admitían que "sólo les quedaba la vid y las cebollas para poder exportar", cuenta el historiador.
Además, Cueto explica que se produjo una crisis cerealera debido a que Justo José de Urquiza había desarrollado colonias para que se cultivara trigo en la pampa húmeda. Entonces no necesitaban nuestras producciones. Se generó, en esas colonias, un importante mercado consumidor de nuestros vinos al que se podía llegar con el tren.
Sumando todos los factores, la vitivinicultura despegó finalmente entre 1776 y 1880 "consolidándose como base de la economía, no como monocultivo", señala Cueto.