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Blog Mercado-Vino / Domingo 29 de Marzo de 2015
Historia del Vino 1.4
Agricultura productiva durante la Colonia
Los primeros viticultores cuyanos trajeron la técnicas originarias de España, adaptadas a las tierras americanas, primero en el Perú y luego en Chile. A su vez, debieron adecuarlas a las características de suelo, clima y medios disponibles de Mendoza y San Juan.
Cepa Rastrera
La vid es una de las plantas más vivaces del reino vegetal y figura entre las que pueden lograr mayor expansión y duración. Paradójicamente, la parra es un arbusto trepador y, si no se apoya en medios de sostén, la cepa tiende naturalmente a reptar sobre el piso. La cepa de gran desarrollo y sin medios de sostén funciona únicamente sobre rocas o piedras peladas, sin tierra ni vegetación de contacto. En esos casos, la cepa rastrera puede desarrollar un paisaje de singular belleza, pero solo existe en casos excepcionales. En general, el desarrollo de las viñas tal como se conocen ha requerido de estacas, tutores ó rodrigones.
El empleo de rodrigones (estacas o tutores) en las viñas es parte de una antigua tradición en la viticultura española. En algunas regiones de España, donde la madera para estos era escasa, se impusieron multas severas para castigar a los ladrones que, específicamente, robaran esos soportes.
El uso de rodrigones tuvo amplia difusión en la viticultura cuyana.
Cepa de vaso o “de cabeza”
Lo que en España se denomina “cepa de vaso”, en las fuentes americanas del siglo XIX se llamaba “cepa de cabeza” y era la forma de cultivo más difundida en la viticultura artesanal cuyana de la época, casi el 75 de los cultivos utilizaba este método.
Dentro de los sistemas de pequeña expansión vegetativa, se considera el sistema ‘en vaso’, ‘gobelet’ ó ‘cabeza’. Constituye el sistema de conducción de la vid más difundido en el mundo dado lo reducido de su costo de unificación y su adaptación a condiciones ecológicas extremas.
Los primeros viñedos argentinos se instalaron conforme a este sistema y todavía se lo encuentra en las provincias de La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero, y aún por cuando con una formación muy defectuosa. Este sistema presentaría ponderables ventajas de orden económico, entra las que cabe mencionar la eliminación de los postes rodrigones y alambres de la contraespaldera común. Deberá colocarse a cada planta un tutor de por lo menos, 1,50 metros de alto; pero a mayores espaciamientos (3,00 por 2,00 metros; 3,00 por 3,00 metros, etc.). Podrían utilizarse tutores más cortos y de menor calidad, con el fin de acompañar la planta solo en los primeros 4 o 5 años. Como la poda empleada es a pitones de dos y tres yemas, se prescinde de atadura y por ser más sencilla, no requiere mayor especialización en el podador.
El relevamiento de información en terreno, a partir de antiguos viticultores, demuestra que en Cuyo se usaron dos formas de cultivo de cabeza: con y sin rodrigón. La cepa de cabeza sin este tutor era la más pequeña de todas y se podaba a “pitón”, concepto que se usaba a comienzos del siglo XVIII para denominar, en una de sus acepciones, al “renuevo del árbol cuanto empieza a abotonar”.
La cepa de cabeza se podaba a pitón para reducir su crecimiento al mínimo. Este método se usaba en los suelos pobres, en los cuales no era conveniente un mayor desarrollo de la planta, pues su crecimiento estaba limitado por los nutrientes, ya que la única forma de obtener frutos adecuados era con una fuerte restricción al tamaño de la planta. La cepa de cabeza podada por este método era muy baja, no superando los 40 centímetros de altura sobre el nivel del suelo.
La cepa de cabeza con rodrigón, en cambio, alcanzaba mayor altura, llegando a tener entre 60 y 80 centímetros de altitud, por lo que se aplicaba en suelos de mejor calidad que la anterior. Como medio de sostén se usaba una estaca, tutor o rodrigón. Al igual que la cepa de cabeza “a pitón”, la cultivada con rodrigón no tenía medios de conducción y solo se diferenciaba de la anterior por su mayor altura, lo cual significaba una ventaja, al mantener a los racimos separados del suelo, evitando muchos problemas de enfermedades de la planta.
Afrancesado de las cepas
El sistema de cabeza, dentro de la vitivinicultura argentina, tuvo su período de apogeo en el siglo XIX, hasta que, a finales de esa centuria, comenzó a ser desplazado por las viñas con espalderas y sus alambrados.
En la primera mitad del siglo XX, el desplazamiento llegó ser casi total y al promediar esa centuria, muy pocas viñas se mantenían todavía con el tradicional método “de cabeza”.